...No hubo consuelo que lo dejara irse en calma, cada minuto pasaba y más se quedaba plantado con los ojos vistos en una sola dirección: su vida. A la vez temía y fué por eso que decidió coger su maleta y salir. En la calle la gente corría, las mujeres gritaban de desesperación por el arrebatamiento de sus amores y en autodefensa apretaban contra su vientre a sus crías; Los solteros ayudaban a algunos viejos a correr, sin muletas y sin sus anteojos les decían a los brutos que esto se venía venir cabrón, que este puto país nunca comprendió la real estabilidad, que era triste morir de esta manera, compadrito.
Entonces se acordó que por la entrada del pueblo la yuta ya estaba en posición, los milicos en las esquinas y por la fábrica no podía escapar porque tenian acorralados a los trabajadores y si le veían su cara, reconocerían su ayuda al atentado contra el malotroque de perra, como solía llamarlo en sus borracheras. Comenzó a correr hasta que un militar se le puso en frente y entonces...
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